Desde hace algún tiempo varios espacios públicos pinteños, en especial los del área céntrica, muestran las profundas marcas que les dejó el impiadoso accionar del vandalismo que, oculto entre las sombras de la noche desarrolla su cometido: aniquilar el patrimonio de todos.
Esta vez, PINTO HOY pudo retratar los signos más notorios de los cobardes ataques que sufrió la Plaza San Martín, el principal paseo público que tiene la ciudad y que forma parte de la historia misma de todo un pueblo.
La intolerancia, la violencia, el irrespeto, el poco apego a las normas de convivencia urbana, el poco sentido de compromiso para con la ciudad, entre otras cosas, quedan al descubierto y se ponen de manifiesto a través de destrozos que a la luz del día quedan expuestos a la vista de todos los que a diario transitan por la plaza.
Como un mudo e indefenso testigo de estos ataques hechos con saña, aparece el monolito del Centenario de la fundación de Pinto, mutilado, sin los arcos metálicos que recordaban la fecha más importante de la historia local.
Era otra de las postales típicas que le daban identidad propia a la ciudad y que en repetidas oportunidades fue el escenario elegido para fotografías de recién casados, de quinceañeras, de grupos de adolescentes en sus primeras salidas, de novios y hasta de ocasionales visitantes que se lo llevaron como recuerdo.
También resultaron como indefensas víctimas del cruel vandalismo los bancos de hierro fundido y madera ubicados en los pasillos y alrededor del atrio de la plaza. Los asientos, respaldos y patas quebradas ya no serán una invitación al descanso o a la simple relajación para quienes quieran disfrutar de un grato momento en el espacio verde emblemático de Pinto.
Hasta el mástil donde se solía izar el pabellón nacional quedó sin su driza, que fuera de su lugar apropiado no cumplirá ninguna función útil, al igual que las plantas que también sufren las heridas.
Pero lo que rebasa el límite del vandalismo y deja en evidencia la falta de valores es el indignante ataque que sufrió el busto del Libertador General San Martín, uno de los próceres más caros a la historia de América.
La parte posterior de su cabeza muestra un hueco del tamaño de una mano mediana que solo remite a pensar que fue hecho con duros golpes de algún elemento lacerante, similar a una barreta de acero.
Las acciones para subsanar los daños del patrimonio de todos deberán ser urgentes, las medidas a tomar para que no ocurra lo mismo en ningún otro lugar público también deberán serlo, pero solo un cambio radical de hábitos acompañado de un firme compromiso individual y colectivo podrán erradicar este accionar malintencionado.